En el mundo empresarial y económico, dos conceptos a menudo se presentan como opuestos pero igualmente relevantes: la destrucción creativa y la destrucción económica. Mientras la primera impulsa la innovación y la evolución de las industrias, la segunda amenaza con la pérdida de empleos y la desestabilización de economías enteras.
La destrucción creativa, un término acuñado por el economista Joseph Schumpeter, se refiere al proceso mediante el cual nuevas ideas y tecnologías sustituyen a las antiguas, impulsando así el crecimiento económico. Este concepto se basa en la noción de que, para que haya progreso, es necesario desmantelar estructuras obsoletas y crear nuevas oportunidades. Por ejemplo, la llegada de la digitalización ha transformado industrias enteras. Empresas como Uber y Airbnb han revolucionado el transporte y la hospitalidad, respectivamente, a expensas de modelos de negocio tradicionales.
Por otro lado, la destrucción económica se manifiesta en el cierre de empresas, el incremento del desempleo y la crisis que enfrentan innumerables trabajadores. Actualmente, la pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve esta realidad; muchas empresas se han visto forzadas a cesar actividades, lo que ha generado una ola de despidos y ha acentuado la incertidumbre económica. Este fenómeno resalta la fragilidad de las economías, donde la desaparición de sectores enteros puede llevar a una desaceleración prolongada.
Sin embargo, es importante cuestionar cómo se puede navegar este delicado equilibrio. En lugar de ver la destrucción como un mero fin, las sociedades deben adoptar un enfoque proactivo, promoviendo la innovación y la adaptabilidad. Esto podría incluir la inversión en educación y formación para preparar a la fuerza laboral para los desafíos del futuro, así como el apoyo a startups y empresas emergentes que puedan ofrecer soluciones nuevas y sostenibles.
En conclusión, aunque la destrucción creativa y la destrucción económica son dos caras de la misma moneda, es fundamental encontrar formas de potenciar la innovación y minimizar el impacto negativo en la economía. La resiliencia de las empresas y de los trabajadores dependerá de la capacidad de adaptarse y reinventarse en un mundo en constante cambio. En tiempos de crisis, la colaboración entre gobiernos, empresarios y la sociedad civil es crucial para construir un futuro donde la creatividad sea un pilar de crecimiento sostenible.
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