El rugby argentino atraviesa días de una tristeza difícil de poner en palabras. La muerte de Ignacio “Nacho” Fernández Madero, a los 64 años, dejó un vacío enorme en la Zanja, en los Pumas y en todos los que alguna vez sintieron su energía única. Entre ellos, Javier Iacaruso, el pergaminense que compartió con él algunos de los años más intensos y gloriosos del SIC durante la década del 90. Su despedida, cargada de respeto y gratitud, resume lo que “Nacho” significó para quienes tuvieron el privilegio de caminar a su lado.
Porque “Nacho” no solo fue un preparador físico histórico del SIC y parte del legendario staff que llevó a los Pumas al bronce en Francia 2007. Fue, ante todo, un hombre capaz de levantar el ánimo incluso en los momentos más oscuros, alguien que no entendía de resignaciones. Desde su diagnóstico de cáncer de páncreas en 2023, lejos de apagarse, su luz se volvió más intensa: transformó cada entrenamiento, cada charla y cada abrazo en un recordatorio de que la vida se juega a fondo, sin excusas.
Su recorrido profesional comenzó en La Salle, pasó por Biei y encontró su lugar definitivo en 1986, cuando llegó al SIC. Allí nació el apodo de “Pastor”, símbolo de su liderazgo cálido, de esa mezcla de firmeza, humor y cercanía que lo hacía inolvidable. También dejó huella en San Patricio, Regatas, Cuba y en las selecciones de Buenos Aires durante más de dos décadas.
Hoy, mientras el rugby despide a uno de sus grandes referentes, Iacaruso lo recuerda con la emoción de quien sabe que compartió más que títulos: compartió valores, enseñanzas y una forma de vivir que seguirá marcando caminos. Nacho se fue, pero su fuerza permanece en cada cancha donde alguien todavía cree que siempre se puede un poco más.
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