En el corazón del continente africano, donde la pobreza no es una estadística sino una realidad diaria, un equipo internacional de médicos llevó a cabo una misión tan silenciosa como poderosa: devolver la vista a quienes vivían en la oscuridad. Entre ellos, el oftalmólogo pergaminense doctor Ezequiel Aranda, que formó parte de una campaña quirúrgica gratuita en uno de los países más pobres del mundo.
“En junio de este año, tuve el privilegio de participar en una campaña de cirugías oftalmológicas gratuitas en Burundi, el país más pobre del planeta, ubicado en el corazón de África. La Misión se llevó a cabo en la localidad de Ngozi, duró una semana, junto a un equipo internacional de profesionales, realizamos cirugías de cataratas a personas que, en muchos casos, no tenían otro medio de acceder al tratamiento especializado”, indicó en el inicio de la charla con EL TIEMPO, Ezequiel Aranda.
-¿Cómo surgió su participación en esta campaña en África?
- Fui convocado por una organización internacional, Fundación Elena Barraquer, para formar parte de la campaña en Burundi.
Junto con el doctor Fernando Ariel García -excelente colega y cirujano de Rosario- formamos parte del equipo de 10 profesionales y voluntarios, el resto de ellos de nacionalidad española.
Me contactaron por mi experiencia en cirugía de cataratas y de segmento anterior, que vengo realizando desde hace años en Argentina. Fue un honor y una responsabilidad muy grande.
-¿Quién organizó esta iniciativa?
- La campaña fue impulsada por la Fundación Elena Barraquer, con sede en Barcelona, que se dedica exclusivamente a financiar y coordinar campañas de cirugía de cataratas en países de bajos recursos. Llevan oftalmólogos voluntarios a regiones donde la ceguera evitable es una realidad cotidiana. En cada misión, el objetivo es claro: devolver la visión a quienes han perdido toda posibilidad de acceder a un tratamiento.
-¿Por qué Burundi?
- Burundi es un país del África subsahariana. Se lo conoce como el corazón de África por su ubicación geográfica central y por la forma de su silueta. Está densamente poblado, con una superficie similar a la de la Provincia de Tucumán, cuenta con aproximadamente 13 millones de habitantes, la mayoría sobrevive con apenas un dólar al día. A eso se suman problemas graves como la malnutrición, el VIH y la falta de acceso a servicios básicos. Es considerado como el país más pobre del mundo. Allí, la ceguera no es solo un problema médico: significa quedar totalmente excluido de una economía de subsistencia.
-¿Cuál era el objetivo de la campaña?
Realizar la mayor cantidad posible de cirugías de cataratas y brindar atención oftalmológica a quienes no tienen acceso al sistema de salud.
-¿Cómo fue el trabajo en el día a día?
Muy exigente. Operábamos desde temprano hasta la noche, en condiciones diferentes a las habituales.
Desafortunadamente nos retuvieron el material médico en la Aduana, lo cúal nos hizo perder tiempo valioso. De todas maneras pudimos cumplir nuestro objetivo y cada intervención realizada la sentimos como un éxito.
Terminamos cansados pero felices.
-¿Qué sintió al retirar los vendajes tras las cirugías?
El primer día postoperatorio fue inolvidable. Los pacientes reaccionaron de formas muy emotivas: algunos lloraron, otros se rieron, y algunos simplemente levantaron las manos al cielo
-¿Qué significó para usted esta experiencia, a nivel profesional y humano?
Fue una de las vivencias más fuertes de mi carrera. A nivel profesional, desafiante. Pero como ser humano, profundamente movilizadora. Ver tanta necesidad y gratitud me recordó por qué elegí ser médico.
-¿Le gustaría repetirla?
Sin duda. Espero poder volver y colaborar en más misiones. Hay miles de personas en el mundo esperando simplemente una oportunidad para volver a ver.
Reflexión final
La cirugía de cataratas no solo devuelve la visión, sino que transforma la vida de quienes viven en situaciones de extrema pobreza. En un país como Burundi, donde la mayoría depende de una economía de subsistencia, la ceguera limita gravemente la capacidad de trabajar y participar en la vida familiar y comunitaria. Al recuperar la vista, la persona recupera autonomía, dignidad y la posibilidad de generar ingresos, lo que no solo mejora su calidad de vida, sino también la de su familia y comunidad, creando un impacto económico y social multiplicador: Volver a ver es volver a vivir.
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